viernes, abril 18

Mis mariposas amarillas


Entre la oleada de notas, recuerdos y fotos que inundan las redes sociales por la muerte de Gabo, caí en cuenta que la novela “Cien años de soledad” tiene mi edad, o sea somos orgullosas cuarentonas. Teníamos once años cuando la leí por primera vez, aunque debo haber pensado que era centenaria, en esa edición económica tan clásica que me acompaño mucho años, transitando de estantes a cajas y viceversa hasta que decidió que era su momento de deshojarse.

Mi padre, siempre tan practico, me advirtió en ese momento que era un libro muy largo, pero a mí me tomo solo unos días leerlo y caer en amor a primera vista por García Márquez, y esa locura de palabras y metáforas que relatan magia en Latinoamérica viva. Y de ahí a entrar en el mundo de la literatura de nuestro continente indómito que nunca abandone: Cortázar, Borges, Vargas Llosa, Carpentier, Sábato… tantos que relatan nuestra historia con su propio estilo, pero con un hilo conductor que nos une desde el corazón.

Volví a leer los cien años varias veces, en distintas épocas, adolescente se me ocurrió hacer un árbol genealógico para entender mejor el peregrinar de la familia Buendía. Y seguí leyendo sus libros en distintos momentos, cada uno con algún impacto, el amor en tiempos del cólera y mis propio amor arrebatado, ojos de perro azul y uno de mis cuentos favoritos “Alguien desordena estas rosas”, el coronel no tiene quien le escriba, la increíble crónica de una muerte anunciada…. casi su bibliografía completa a lo largo de los años. Aunque reconozco que no he leído sus dos últimas novelas, asumiendo este abandono hidalgamente, lo que no quita valor a mi encantamiento.

Y no solo desde lo literario el realismo mágico entro a mi vida, la esencia Macondiana forma parte de ella: con los espíritus que pasean, las flores y frutas que irrumpen en escena, los días de sol que tornan en lluvia repentina, la música de fondo, los ciclos permanentes. Y en mis relatos recurro a su recuerdo, como en aquel viaje a la selva boliviana en que encontré mi propio Macondo como escribí en su momento.

“A quien quiera darse un espacio lo invito a hacer un viaje como este. Puede ser más cerca de lo que creen, un espacio distinto, solos o con quien quiera estar con ustedes, aportándole magia a la vida cotidiana…. Pueden pasar cosas como que aparezcan un montón de mariposas amarillas a saludarte una tarde soleada”

No hay comentarios:

Publicar un comentario