Desperté con pena, que hace días que
me anda rondando…. Y me acorde de una canción, que alguna vez me cantó (o trato
hacerlo) mi papa y que siempre está ahí cuando me pongo nostálgica “Carito,
suelta tu pena”. Él no era de muchos gestos, pero me leía cosas lindas… y me enseñó
a amar los libros, la música, la poesía. Él me decía, como mi mama hasta el día
de hoy, Carito: mi nombre de infancia
En mi querido Latino, algunos también
me decían así, pero más era la Carolina así “a secas” porque mi primer nombre María
nunca lo he ocupado…. Solo esperando en algún trámite tengo que poner atención porque
no reconozco si llaman a María Asela. Porque la inventiva familiar nos bautizó
en mi casa como las tres Marías: Cristina, Beatriz y Carolina todas antecedidas
por aquel.
En el Liceo, mi también querido
Liceo 1, que me vio crecer en tiempos difíciles, que me trajo amigas con que compartimos
las primeras protestas de los 80 y los primeros amores y desamores me empezaron
a decir Carola. Aunque también me convertí en La Negra, apodo con que aun esas
amigas me tratan, y que aunque en ese tiempo lo sentía algo peyorativo, me
gusta mucho y más si es con cariño así como Negrita.
En la gloriosa facultad de
Medicina Norte siempre fui La Carola, que es el nombre con que casi todos me conocen y el que más me identifica, con los
amigos, los más cercanos…. Y me viene a la mente cuando yo embarazada de 6
meses escapaba de los pacos por el pasillo central, saturado de olor a lacrimógena,
y sentí a alguien (nunca supe quién) gritar muy fuerte “preocúpense de La
Carola”. Me quedo grabado ese grito cariñoso con mi nombre.
Una vez terminada la Universidad
me transforme en la Doctora Asela, en esto de que por nuestra profesión seamos
alguien que no tiene nombre de “pila”. Uno se acostumbra, e incluso cuando
llama alguien desconocido tiende a contestar habla el Dr. o la Dra. Como que
ser solo Carola o Juan o Claudia no nos identificara. Una variante, que me
recuerda las mamas mis primeros pacientes del programa IRA en el San Rafael, es
cuando uno ya es más conocido y querido es ser la Dra. Carolina, otro
de mis nombres.
También en alguna época, sobre
todo cuando por mi trabajo me tocaba salir en los diarios pase a ser Asela o la
Asela, así como se tratan los compañeros de curso en los colegios de hombres,
solo el apellido. Remarcado con rojo en un cartel de 4 x 3 metros que pasearon
por toda la ciudad, en mi experiencia algo traumática previo a mi salida de
Arica, no me trae muy buenos recuerdos.
También tuve un par de apodos cariñosos,
que no voy a especificar, de esos que se dicen a la pareja… así como “animalitos”
o diminutivos que solo a alguien enamorado le parecen adecuados, por que andar
de gatita o perrito por la vida no es fácil. Pero finalmente, no son los
nombres o apodos los que nos hacen quienes somos, si nos recuerdan etapas o roles y hoy los enumero en esta nota: Mis nombres en la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario